La frase con la que encabezamos este artículo -atribuida a Julio César- surge a raíz de un escándalo en el que su esposa, Pompeya, se vio involucrada. Aunque César creía en la inocencia de Pompeya, decidió divorciarse de ella para evitar cualquier sospecha o duda sobre su propia reputación y posición.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Se trata, por lo tanto, de un tema viejo puesto que César vivió y reinó 100 años antes de nuestra era. En esencia, la frase subraya la importancia de la imagen pública, especialmente para aquellos que ocupan cargos de responsabilidad o tienen una posición de liderazgo. La frase se ha convertido en un proverbio que enfatiza la necesidad de mantener una reputación intachable y evitar cualquier tipo de sospecha o duda, incluso si no hay base real para ellas.